Cuento Corto (LA MALDICIÓN DEL TERMO EXTRAVIADO)
Para los que no conocen la historia, y para los testigos, los que la conocían parcialmente, acá les dejo la historia de principio a fin de lo que sucedió con el termo misterioso.
Mientras acomodaba los regalos, su hija, con intrigante entusiasmo le preguntó:
-- ¡¿Que pensás hacer con tres termos!?,
--Me adivinaste el pensamiento -- respondió su madre con seguridad, y agregó carente de sinceridad --Regalaremos alguno.
-- Es que todos se enteraron que te quedaste sin termo, y nadie se avivó que otro te podía regalar lo mismo -- razonó su hija.
Al día siguiente, Laura, le envió a su amiga un mensaje de texto (la amiga era la hija de la señora de los termos) "¡ENCONTRE TRABAJO! :))". Respuesta: "ta bueno? venite"
Llegó, se acomodaron y comenzó la charla --Bastante bueno, me llamaron a la mañana, y...
Pasados unos cuantos minutos, luego de acabar de contarle todo, todo, se acordó con decepción:
--Aunque hay un grupito ahí que no me gustó mucho. Medios "saca cuero".
--No te amargues por eso, no les des bola, tomá, te regalo un termo para que lo estrenes en tu nuevo trabajo, mira que lindo, ¡el de acero!.
--Nooo, ¿que lindo?, ¿en serio? me sorprendiste-- y se abrazaron.
--Era de mi mamá -- aclaró, --¡Va...!, ni lo quería, ni lo usó.
--No no, dijo Laura, esperá... mira si ella lo quiere, ¿le preguntaste?, ¿estás segura?.
-- Si, no le interesa para nada, ni siquiera lo vio, pasa que le regalaron tres, uno va a quedar en casa, digamos, "el de cabecera", con el otro no se bien que va a hacer, y como que éste... pasó de largo.
--Bueno...-- dijo mirando el termo. --gracias, decile a tu mamá... o a vos, no se bien quién sería el dueño, gracias.
Lo que la hija no sabía, era que la madre ya había regalado otro a una compañera de trabajo, de modo que le quedaba "el de cabecera" para todos los días, y el otro, con el que le había gustado la idea de usar para dejarlo en el auto listo para cualquier ocasión cuando salen a pasear o de repuesto por cualquier cosa. Esa noche en la cena familiar hubo no poca discordia entre ellas.
--Pero ¡¿por qué lo regalaste?!.
--Porque dijiste que no lo querías... ¿que te pasa?, ¿estás loca?
--Momento, ¡No me faltes el respeto! que lo haya dicho, no te da derecho a regalar el termo a quién quieras vos.
--No te entiendo, al final me parece que sos una egoísta.
--Son mis regalos y para que sepas, ya la regale uno a mi compañera--, dandole mucho énfasis y pausa a la frase: "A MI, compañera" --y pensaba usar el otro para cuando salimos en el auto a pasear, estaba contenta por eso che, ahora te metiste vos.
--¡Deja, deja!-- dijo la hija con palabras ahogadas y entrecortadas mientras se levantaba de la mesa. --Voy a comprar uno y te lo devuelvo.
--No no no, deja que cuando venga Laura le explico yo personalmente que fue un mal entendido.
--¡No le digas nada, yo te compro uno y te guardas tu otro termo en el autito!--. y se encerró en su cuarto.
--Mañana lo hablo bien con Laura --, dijo a su esposo con vos baja y tono de cordura.
Él, el termo, que ahora se encontraba en posesión de Laura, estaba a punto de cumplir su propósito por primera vez. A su izquierda paquetito de yerba, a su derecha, mate lleno con yerba seca. Y en un breve respiro, en su primer atolondrado trabajo, llegó el momento, lo estrenó. No cesó su placer en toda la tarde, hasta la última gotita. Unos minutos antes de tener que irse, lo llevó fuera de su box de trabajo y charló con una nueva compañera mientras lo llenaba de agua caliente. Tomó unos mates más, pero alguien le dijo que fue solicitada por la supervisora. Dejó el termo ahí nomás, sobre un largo estante, al lado del dispenser. En eso, un rubio con cara de marmota, que pertenecía "al grupito" que a ella no le gustaba (porque eran los que chismeaban y se burlaban de todos los demás) la había estado observando de lejos. La supervisora la llenó de presión por verla relajada ahí charlando, aunque no se lo mencionó, simplemente la capacitó con mucha rapidez, como probando su capacidad. Le explicó muchísimas cosas que la ponían un poco nerviosa. Finalmente se fue a su casa compenetrada en todo lo nuevo, olvidando su termo y mate sobre el estante.
Al día siguiente, termo y mate seguían ahí, el rubio lechoso, en una sonrisita ahogada, se fue con cuidado a buscar el termo y se lo llevó a un amigo,
--Se lo olvidaron ayer, una mina que nunca vi, guardalo ahí, vamos a usarlo nosotros.
-- pero ¿se fue?
-- No, no. No la vi más desde ayer, me parece que no viene más, ¡déjalo ahí! --. Solo procuraba que siempre quedé cerca de su compañero y no de él.
Laura ese día solo quería hacer las cosas bien, ni paro. Cuando terminó todo, se distendió, al momento se acordó del mate y el termo. Salió de su box a ver en el dispenser, sospechó a un lado y a otro, preguntó a la de limpieza que andaba por ahí, sospechó también y se indignó. Se puso que echaba humo. Mandó un mensaje de texto a su amiga "UN ZANGANO ME ROBO EL TERMO". Caminó por todos lados hasta que vió a "los del grupito". El rubio la vio y se hizo el concentrado en la pantalla. Ella seguía sospechando con más furia, miraba minuciosa por debajo de la mesa, miraba para todos lados. Ya miraba cualquier cosa, hasta que llegó box contiguo (el de al lado del rubio) y se puso roja, roja, lo vio.
--Eso es mío --, dijo sin pestañear, con ira contenida.
--¿Que? --dijo el otro -- mirando para todos lados.
--El termo -- dijo ella con los ojos brillosos y a punto de reventar.
--Es que pensé que no era de nadie-- dijo con cara de tonto buenito.
Ella se limitó a extender su mano con la mirada fija en sus ojos. Le devolvió todo. Cuando se alejó, el rubio se comió la mirada odiosa de su amigo, y aquel gesticuló una risa avergonzada de pabote.
Ella volvió a su box, tomó una cinta blanca mientras susurraba bronca entre dientes. No soportaba ni a los chusmas ni a los burlones, mucho menos a los compañeros ladrones. Cortó la cinta para pegarla sobre el termo. Pensó algo antes, y un instante después comenzó a pegar la cinta, mientras la pegaba, su ira se hacía cada vez más incontrolable, a tal punto que estaba por dar un fuerte golee, pero no lo hizo, antes logró que todo el furor de su bronca y de su golpe se pegara con la cinta. Al concluir, tomó una fibra negra y desató una durísima maldición, un fuerte deseo maldito que llegaría a todo aquel que robara el termo otra vez. Ella susurró esa maldición con detalles, pero no se podía escuchar bien lo que decía, nadie sabe con precisión en que consiste esa dura maldición. El objeto ha quedado embebido y cargado con el peso de una sentencia misteriosa. No se logra ver detallado a simple vista el castigo, ya que ella solo hizo visible un texto que advierte sin rodeos: "No robarás".
La historia no termina. Llamativamente en este momento el termo no lo tiene Laura, y aun así, la maldición esta pendiente de ser desatada. Sucedió que, luego de visitar a unas amigas lejanas, bajaron todas muy atolondradas de un remis, estando tan llenas de emoción por cosas que habían vivido un momento antes, que ninguna se percato de bajar el termo, que permaneció unas horas acostado en el piso del automóvil.
Detectaron su ausencia mucho tiempo después, pero sin la más mínima idea de donde lo habían olvidado. Laura continúa en su lamento por aquella pérdida, aunque también es cierto que mantiene un poco de esperanza de poder hallarlo.
Luego el remis anduvo unos largos minutos libre, dando vueltas, esperando un nuevo cliente. Finalmente llegó uno, subió un hombre con una mujer, ella descendió varias cuadras antes que él. Cuando fue el turno del hombre, una frenada hizo golpear el termo en sus pies, lo tomó silenciosamente y pensó en llevárselo, pero al ver la inscripción: "No robarás" fue como un latigazo en su conciencia, como una luz que disipo la oscuridad que avecinaba su corazón. Caviló un poco y dijo al chofer --Mire, encontré este termo aquí, no se de quién será --, el chofer más sorprendido que su pasajero al ver el termo con la inscripción, respondió --Tampoco sé de quién será, pero déjemelo que si vienen a reclamarlo, tenga por seguro que lo devolveré, quédese tranquilo -- dijo como si fuera un reflejo del alma, aclarando por si las dudas que ninguno de ellos deseaba llevar la culpa de ser acusado de ladrón por su conciencia "quédese tranquilo". Ni mucho menos llevar la carga de esa ley escrita en la cinta que acarrea maldición si se quebranta.
El chofer se quedó a solas con el termo, no tuvo que cavilar nada en su mente, ni en su corazón, porque sabía naturalmente que si alguien llegaba a la agencia reclamando un termo con la inscripción "No robarás", al instante lo devolvería. Ese poderoso acto sincero retuvo la maldición en el termo como si nada hubiese pasado.
Esperó varias semanas, pero no llegó ningún reclamo, así que decidió utilizarlo esperando que su dueño venga por él. Así pasaron los días hasta que en tiempos festivos realizó un viaje en visita de parientes lejanos. Al regresar, luego de un par de días de algarabía y festejos, volvió contento con su mujer. Sin embrago, ya te imaginarás, como cosa del destino, se olvidó el termo. Ahora permanece en esa casa y nadie en ese lugar ha tomado una decisión evidente de que hacer con él. Solo una atrevida transgresión intencional podrá activar la maldición.
Cuando se mira el termo con esa cinta escrita, parece a primera vista, un intento ingenuo. Pero si te detienes a observar minuciosamente lo que hay detrás de esas palabras, es mucho más grande y fuerte lo que no se ve escrito. Es en verdad, un intento de librarnos de la carga de la culpa, un intento de librarnos de consecuencias evidentes y ocultas, por transgredir un mandamiento existente desde que la conciencia del hombre despertó. ¡No robarás!.
Esteban Correa
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